Lo más sencillo es
callar. Es además la actitud consuetudinaria y, por tanto, la que se espera de nosotros, los que debemos trabajar para
sobrevivir. Pero lo de
callar, salvo por "estar más guapo", necesidad que tengo cubierta, casi nunca compensa. A los que nunca han querido
cambiar hay que convencerlos de que vivirán más tranquilos si abren el monopolio de la buena vida, que vivir rodeados de gente
desesperada sólo genera ansiedad y no hay Valium para tanta
injusticia.
Sin embargo, al leer ese ágora moderna e íntima que es
Twitter, podría pensarse que los indignados son los de arriba, los que azuzan el término "
guerracivilismo" con pretensiones intimidatorias (si ganamos una, las ganaremos todas, deben de pensar o "la letra con sangre entra") Los que claman por la libertad de los
mercados y temen la de los hombres. Los que legislan hasta la extenuación porque ven sinónimas
la moral y la prohibición. Son estos, ellos, los que tienen miedo. ¿Cuál es el nivel de
descontento que una sociedad puede tolerar sin caer en la injusticia? Parece ser un experimento interminable que cuenta con el respaldo del "gigantismo" de la sociedad ante la
movilización. Las redes sociales han venido a paliar esa falta de agilidad en compartir y afrontar la
indignación. Ése es, para el "statu quo", las
élites o "la casta" su pecado original. Los intercambios de puntos de vista de cualquiera en política, no digamos ya en economía, es un
radicalismo ya en sí mismo. No se acepta de buen grado. "Partidos del siglo", Mundiales o series de televisión no consiguen templar una realidad evidente: las
diferencias entre pobres y ricos no paran de crecer. Al que vive en la inopia (nunca mejor dicho) su vecino le despierta. Los sentimientos primarios son contagiosos y
ser razonable se vuelve cada día más inútil. Twitter despierta, potencia y enseña todo eso, ¡pero ojo! en todos los polos e ideologías. Es un cuestión meramente cuantitativa, el 1% de la población del planeta controla la mitad de toda la
riqueza (OXFAM dixit)
Sin embargo, en muchas "democracias" se cuestiona la bondad de este foro. A pesar de resultar infinitamente menos costoso, parece
incomodar más a los gobiernos que las propias
protestas callejeras, seguramente porque hoy casi todas se gestan en él. Antes de Twitter, la sociedad civil tenía que organizarse en asociaciones sujetas al
control público y con unas condiciones para
legalizarse. Complicado, controlado y aislado. Complicado por la Burocracia, controlado por la Autoridad y aislado del resto de la población por la dificultad de darse a conocer entre personas no implicadas ya de por sí. Ahora, en vez de nombres hay "nicks" y las movilizaciones se convocan a nivel mundial. Movimientos como "Indignados" u "Ocuppy Wall street" se contagian y extienden, multiplicando su
eficacia.
Avanzamos ahora por una segunda fase de
reacción. Las fuerzas conservadoras de esa sociedad paralela mundial que forman las
finanzas, buscan la manera de impedir esta corriente de información, esa "garganta profunda" del dolor y la necesidad mundiales. Es un
ataque global. No soy economista pero resulta evidente que, a grosso modo, el sistema monetario se basa más en la
deuda que en el dinero efectivo o el líquido. La deuda es el instrumento global que estas fuerzas reaccionarias utilizan para controlar lo que los Estados pueden
"otorgar" a sus ciudadanos, el nivel de
bienestar social imperante. Ahora, en pleno primer mundo, a los países del sur de Europa nos han cortado el grifo. Las primas de riesgo se dispararon incluso en países del G8 como Italia, que llegaron a doblar las de otros mucho más convulsos económicamente como Méjico o Perú. Estos dos últimos son paraísos para los grandes inversores mundiales pues queda mucho por hacer y
grandes negocios como infraestructuras por realizar. La apuesta por Perú es innegable, tal vez por tener un amigo en una zona claramente "bolivariana", como dice nuestro "ex", Felipe González. En Twitter se expresa todo el mundo, no sólo deshauciados y despedidos, también economistas, abducidos o no, y personas que conocen de las gestiones de alto nivel; el nivel y calidad de la Información crece exponencialmente. Los Estados no ostentan el poder, lo
gestionan en función de "tratados internacionales" y de la deuda que se les permita. Empieza a escapárseles de las manos toda esta información que destapa estrategias que poco tienen que ver con la democracia o la libertad y se cierne la amenaza, como en tiempos pretéritos, de
tiempos revolucionarios. China, Rusia o Irán son conocidos por ejercer la
censura y se les considera enemigos de internet, lo que no quita que los dos primeros sean
superpotencias económicas. Quizá no sea tan de dominio público que países que se proclaman defensores o
padres de la libertad, como EEUU o Reino Unido, la ejerzan también pero en la sombra, de manera engañosa (ver
http://www.rsf-es.org/grandes-citas/dia-contra-censura-en-internet/, estudio de Reporteros sin fronteras) El panorama se ha enturbiado y el tiempo de las buenas palabras creo que ha pasado. No hablo de esa parte creciente de la sociedad cada vez más indignada con las mentiras del
ultraliberalismo y dispuesta a
luchar; hablo de los poderes establecidos, de esta
democracia otorgada que vivimos y sus instrumentos autoritarios o represivos; hablo de diseño de políticas tanto económicas como sociales que generan el
miedo a expresarse, miedo al hambre, miedo al paro y miedo a lo
nuevo... Hablo de detener personas que chillan de
rabia, que si la desesperación es delito que nos detengan a todos. Pero también a esos
infames columnistas que desde medios que ya casi nadie lee, pero que cuentan con el apoyo de las élites,
insultan, desprecian y menoscaban la libertad y a la ciudadanía en general, que libremente elige una opción política. Esos portavoces de la mentira de unos pocos y profesionales de la
mediocridad y la pereza intelectual, estómagos agradecidos que en breve serán despreciados por incapaces. Debemos felicitarnos por la histeria de estos verduleros de salón porque parece que la
herida se ha abierto y sangra abundantemente; el golpe ha sido certero.
Que sigan prohibiendo y censurando, que no suavicen sus posturas pensando en que son más fuertes porque acelerarán el cambio y el despertar de
conciencias todavía dormidas.