EL PAÍS de ayer, 3 de junio de 2009, publicita la presentación ayer de un libro del consejero delegado de PRISA y fundador del periódico, Juan Luís Cebrián. El diario se hace eco de la "distendida" charla entre él y su mano derecha en el "frente", Iñaki Gabilondo. La crónica promocional comienza con un derroche de falsa modestia e ironía prepotente sobre la persecución a la que Aznar sometió a Gabilondo. Debió denunciarlo entonces.
Ya metidos en materia, Cebrián compara en su libro la profesión de periodista con la de pianista en un burdel. ¡Ese recurrente romanticismo malote de los niños bien! Pero la comparación está bien traída y sólo demuestra que, desde los tiempos pretéritos en los que Cebrián empezó, nada ha cambiado; hoy más que nunca el periodismo es socialmente denostado. Si que coincido en la importancia y el aporte de la prensa durante la Transición ("plataforma de discusión y consecución de acuerdos")
Gabilondo, en su papel de fiel escudero, pregunta: "¿Está condenada a desaparecer la prensa?" Cebrián: "No, pero si a cambiar" Efectivamente y el cambio vendrá no de vosotros, líderes desde la dictadura del status quo de la profesión, sino de las personas que están gestando el cambio.Es decir, los que plantean una alternativa.
¿Que los nuevos soportes suponen un peligro para la calidad de la información? ¡Acabáramos! ¡Si la información no ha estado nunca peor que ahora que el Sr. Cebrian es jefe! Yo me pregunto ¿por qué se está imponiendo que los periodistas dirijan y presidan medios audiovisuales donde la información es una pequeña parte de la parrilla de programación? La calidad del trabajo (por ende, la de la información) sigue bajando vertiginosamente, la de los propios periodistas la primera.
Llegamos al culmen y/o climax del panegírico sobre papá Cebrian y su misión en la tierra. Gabilondo pregunta, y al hacerlo, afirma que los "ciudadanos piensan que (los periodistas) deben producir lo que ellos demandan" Pues no creo que los ciudadanos demandemos que este señor ocupe gran parte de su informativo contándonos lo que él piensa. Estos popes de la Información están tan acostumbrados a dar su opinión, a la que no voy restar criterio ni cierta demanda social, que terminan adquiriendo vicios y comportamientos mesiánicos. Cebrian, el rostro de una de las portadas más inquietantes del "Esquire", dice: "el papel de los periodistas es ayudar a comprender. Establecer un sistema de valores cuando la jerarquía ha desaparecido." Inquietante de nuevo. Y sutilmente equivocado. Humildemente, yo lo veo así: establecen sistemas de valores la filosofía-ética, la religión, el Estado y sus leyes, pero no la Prensa. La principal labor de ésta es seleccionar de entre el marasmo de información que se agita, tanto en el mundo real, como en el virtual, aquellos eventos y situaciones que más puedan interesar o afectar a los ciudadanos. La noción de servicio publico, que para eso existe un derecho a la Información, se transforma o corrompe en una labor de "pastoreo", muy similar a la que se arroga la Iglesia. De hecho, muchos periodistas "famosos", etiquetados descaradamente como "creadores de opinión", parecen encaramarse a los púlpitos cuando sueltan sus diatribas sobre cómo es el mundo y como debería ser. A mi que no me ayuden, gracias. Supongo que somos mayoría los que preferimos establecer nuestros propios valores y no importarlos de personajes que poco tiene que ver con nosotros.
Ya metidos en materia, Cebrián compara en su libro la profesión de periodista con la de pianista en un burdel. ¡Ese recurrente romanticismo malote de los niños bien! Pero la comparación está bien traída y sólo demuestra que, desde los tiempos pretéritos en los que Cebrián empezó, nada ha cambiado; hoy más que nunca el periodismo es socialmente denostado. Si que coincido en la importancia y el aporte de la prensa durante la Transición ("plataforma de discusión y consecución de acuerdos")
Gabilondo, en su papel de fiel escudero, pregunta: "¿Está condenada a desaparecer la prensa?" Cebrián: "No, pero si a cambiar" Efectivamente y el cambio vendrá no de vosotros, líderes desde la dictadura del status quo de la profesión, sino de las personas que están gestando el cambio.Es decir, los que plantean una alternativa.
¿Que los nuevos soportes suponen un peligro para la calidad de la información? ¡Acabáramos! ¡Si la información no ha estado nunca peor que ahora que el Sr. Cebrian es jefe! Yo me pregunto ¿por qué se está imponiendo que los periodistas dirijan y presidan medios audiovisuales donde la información es una pequeña parte de la parrilla de programación? La calidad del trabajo (por ende, la de la información) sigue bajando vertiginosamente, la de los propios periodistas la primera.
Llegamos al culmen y/o climax del panegírico sobre papá Cebrian y su misión en la tierra. Gabilondo pregunta, y al hacerlo, afirma que los "ciudadanos piensan que (los periodistas) deben producir lo que ellos demandan" Pues no creo que los ciudadanos demandemos que este señor ocupe gran parte de su informativo contándonos lo que él piensa. Estos popes de la Información están tan acostumbrados a dar su opinión, a la que no voy restar criterio ni cierta demanda social, que terminan adquiriendo vicios y comportamientos mesiánicos. Cebrian, el rostro de una de las portadas más inquietantes del "Esquire", dice: "el papel de los periodistas es ayudar a comprender. Establecer un sistema de valores cuando la jerarquía ha desaparecido." Inquietante de nuevo. Y sutilmente equivocado. Humildemente, yo lo veo así: establecen sistemas de valores la filosofía-ética, la religión, el Estado y sus leyes, pero no la Prensa. La principal labor de ésta es seleccionar de entre el marasmo de información que se agita, tanto en el mundo real, como en el virtual, aquellos eventos y situaciones que más puedan interesar o afectar a los ciudadanos. La noción de servicio publico, que para eso existe un derecho a la Información, se transforma o corrompe en una labor de "pastoreo", muy similar a la que se arroga la Iglesia. De hecho, muchos periodistas "famosos", etiquetados descaradamente como "creadores de opinión", parecen encaramarse a los púlpitos cuando sueltan sus diatribas sobre cómo es el mundo y como debería ser. A mi que no me ayuden, gracias. Supongo que somos mayoría los que preferimos establecer nuestros propios valores y no importarlos de personajes que poco tiene que ver con nosotros.
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