viernes, 6 de junio de 2014

Naúfrago en una postal

Naufragué contra la postal de una playa. Un paraíso
clavado a una pared desconchada, un mundo sujeto por una chincheta. Recorro esa playa de cuatricromía y salto de las palmeras al agua sin apenas sentir nada. Perdido en un recuerdo ficticio pero empático.

Si, aquí llegué arrastrado por la corriente que vino de una ventana cósmica. La escala de los mundos es distinta cada vez, por eso os cuento esto. En brazos de una tormenta, bandeado por las corrientes; volador pasivo y descontrolado. Mis patas encontraron esta ventana de color, artificio en papel brillo que como una brújula, marcó los polos de mi mundo. Un pasadizo hacia una paz momentánea, un descanso a la incertidumbre... Mi playa perfecta...

Si escarbara en la arena dorada aparecerían recuerdos que había enterrado, como si me levantara la piel y sacara mi verdadero yo. Parece como si la brisa viniera del mar trayendo al niño que perdió sus juguetes. Una cálida melancolía que abraza aunque no consuela. Falta el sol, la luz y el calor que reviente de vida esta ilusión. Que infle la perspectiva y engendre esa tercera dimensión para habitar aquí con garantías y poder tumbarme a la sombra de esas palmeras. Despertarme bañado en luz y perfumado por la brisa de un mar que respira, que juega a cogerme...



Quizás algún día, momento o vida, paseemos cogidos de la mano. Arrastraremos los pies, dibujando formas en la arena que quedarán ahí hasta el próximo sueño. Y oir tu risa mezclada en la brisa. Pero no hay mapa que pueda traerte hasta aquí, ni siquiera sé cómo llegué yo; hay un mar de oscuridad de camino.