domingo, 23 de mayo de 2021

El Shock

        

Y ahora estamos así; quietos aunque trabajemos, maniatados en una libertad que siempre ha sido ficticia, no sólo por imposición de un virus global. Hacemos la peor televisión seguramente desde su inicio allá por el lejanísimo 1927. Grabamos a periodistas que dicen lo que han dicho otros. Y en este caso, Los Otros son políticos o profesionales de la difusión de contenidos. Es difícil hacer información o periodismo en imágenes cuando no puedes apenas moverte o interaccionar con personas e instituciones. Pero tengo una sensación de que muchos, tanto en los medios como en la política, ven este paréntesis como una época dorada para distribuir sus "contenidos" y evitar lo inevitable, que la exhaustiva búsqueda de una verdad democrática, legal se apaga y empequeñece en unos Medios cada vez más volcados en la comercialización de productos y la monetización de los contenidos. 

    La amenaza inmediata de esta pandemia en la televisión es que se convierta en su principal competidor: las redes sociales. La falta de profesionalidad y criterio técnico se extienden como un cáncer en los distintos programas e Informativos. El peligro es que la excepción se convierta en regla y sé a ciencia cierta que la posibilidad está sobre las mesas de muchos jefes de las cadenas. Abaratar costes convirtiendo la tv en lo que no es, sólo acelerará su final. 

 
 ¿Se quedarán las ruedas de prensa con acceso restringido o sin periodistas? ¿Las declaraciones sin preguntas tan habituales ya? Y por otro lado, ¿dejarán los Medios de fabricar sus propios "expertos" e interpretaciones de los hechos y sacarán sus profesionales a la calle a buscar a los protagonistas de esos hechos? La "blitzkrieg" de los editoriales contra las crónicas, de la interpretación contra la información ha sido inmisericorde. Aparte del daño social, no creo que el beneficio empresarial compense, si es que lo hay, pues la televisión sigue perdiendo espectadores, especialmente entre los jóvenes. Así que se construye una doble mentira: se prescinde de la sofisticación y profesionalismo técnico para imitar una realidad muy cuestionable, la de las redes sociales; mientras se emplea esa técnica chapuceramente para situar a portavoces de la línea editorial, en vez de acceder directamente a las fuentes de esa realidad. Un "busto parlante" te presenta a otro "busto parlante" para decirte lo que han oído a los protagonistas (muchas veces también portavoces a su vez) que cada vez salen menos.

    Los hechos, los protagonistas, los procesos han dejado paso a los narradores. Todo son "relatos" y lo importante es el relator.


     Y este siniestro interés se ha fortalecido con esta pandemia y sus restricciones. Atentos a lo que se fue para no volver